Escena de Deidad desde el punto de vista de Aiden

domingo, 13 de marzo de 2016

¡Hola! Hoy os traigo una nueva escena extra, esta vez de la saga Covenant, en concreto de Deidad y está escrita desde el POV de Aiden.
AVISO:
NO LEER SI NO HABÉIS LEÍDO DEIDAD.

Os va a encantar...

Ayyyy Aiden!
ESCENA DE DEIDAD DESDE EL POV DE AIDEN

Escuchando cómo Alex subía pisoteando las escaleras como si una horda de daimons la persiguiera, una pequeña sonrisa surgió en mis labios. A lo mejor debería haberle dicho que se fuera preparando para ir a la cama cuando estábamos entrenando para coger-

Mi mirada bajó al vaso de vino y después se fijó en la puerta. En mi pecho, mi corazón latía como un martillo neumático. ¿Qué estaba haciendo?

Sabía exactamente lo que estaba haciendo.

Y sabía exactamente lo que quería. Mi cuerpo lo sabía. Mi corazón lo sabía. Una parte de mí estaba ya arriba, en la habitación con ella. ¿Se estaría preparando para acostarse? ¿Se estaría desvistiendo?
Bebí lo que quedaba del vino y dejé la copa sobre el mantel, al lado de una foto de mis padres. Rocé la copa con los dedos y después di un paso atrás, pasando una mano sobre el fuego. Las llamas rojizas y anaranjadas latieron, lanzando chispas y después retrocedieron, desapareciendo.

Apagué la luz de la habitación y cerré la puerta detrás de mí, dirigiéndome hacia arriba, a mi habitación. Mientras me cambiaba, me decía a mí mismo que iba a ir allí para estar con ella, para sostenerla en mis brazos. Para consolarla y simplemente existir a su lado, porque querer algo más no estaría bien.

Pero casi la había perdido – La perdí.

Alex había muerto en mis brazos.

La sostuve mientras su vida se derramaba por el suelo y entonces no hubo nada que pudiera hacer, pero ella estaba aquí ahora. No había vuelta atrás. Desearla. Quererla. Incluso simplemente tumbarme a su lado estaba mal en nuestra sociedad, pero…

Pero no me importaba una mierda en realidad.

Ya no me importaba. No después de haber pensado que jamás volvería a escuchar sus respuestas de listilla de nuevo, o que no volvería a caer en esos cálidos ojos marrones.

Abandonando la habitación, empecé a abrir la puerta y entonces paré. Llamé, porque demonios, parecía lo más adecuado.

“Está bien” la voz e Alex llegó y parecía como si le faltara el aire.

¿Qué demonios había estado haciendo aquí?

Abriendo la puerta, me deslicé dentro y la cerré detrás de mí. Con Deacon en la casa, lo último que quería era que se aburriera en mitad de la noche y pensara que esto era una fiesta de pijamas de tres.
Me di la vuelta, a punto de decir algo y las palabras se esfumaron de mi cabeza.

Alex estaba en la cama.

Bueno, no me jodas.

Pero es que Alex estaba en la cama. La energía corrió por mi piel. Estuve a punto de dar un paso adelante, de ir directamente a la cama, a ella. Me forcé a no saltar sobre ella, porque  así era como me sentía.

Cerré las persianas, haciendo que la habitación quedase a oscuras y cogí una vela. La pequeña llama lamió la mecha. La puse sobre la mesilla de noche y entonces me permití volver a mirarla.

Alex parecía petrificada, agarrando la colcha hasta su barbilla. Sus ojos eran tan grandes como la luna.

Sonreí.

Sus dedos se relajaron entorno a la sábana.

Con cuidado, aparté las sábanas a un lado y me deslicé dentro, sin romper el contacto visual con ella. “¿Alex?”

“¿Sí?”

Mi sonrisa se ensanchó. “Relájate. Sólo quiero estar aquí contigo… ¿te parece bien?”

“Está bien” susurró ella.

El alivio me recorrió en una oleada repentina de calor. “Bien, porque no quiero estar en ningún otro lugar.”

Ella dejó escapar el aliento mientras observaba cómo me estiraba. Su mirada voló hacia la puerta y se mordió el labio inferior lleno. Sentí una sacudida. Ella me miró a través de sus espesas pestañas.

Tomé una bocanada de aire, alzando el brazo “¿Vienes?”

Alex no dudó. Mi chica nunca lo hacía. Se movió hacia el lado, presionando su pierna contra la mía. Le rodeé la cintura con el brazo y la guié hacia abajo de manera que estuviera sobre mí, su mejilla sobre mi pecho.

¿Podría sentir el latido de mi corazón?

Miré hacia el techo, tragando saliva. Quién habría dicho que sostener a alguien podría ser tan… tan maravilloso. Imaginé que sería como estar en el Olimpo. Tenía que ser Alex, porque no había sentido nada igual estando en la cama con una mujer antes.

De nuevo, quería estar aquí más de lo que había querido estar en cualquier otro lugar jamás.

Ella era un milagro y ya le había hecho daño antes. Pensar en que la había rechazado hacía que me quisiera quitar la piel a tiras. Ella merecía y merecería siempre mucho más de lo que le dije.

Acuné su mejilla con la otra mano, pasando el pulgar por su mandíbula. “Siento lo que pasó el otro día en el gimnasio. Cómo te hablé y el daño que te hice. Pensaba que estaba haciendo lo correcto.”

“Lo entiendo, Aiden. Está bien.”

“No está bien. Te hice daño. Sé que lo hice. Quería que supieras por qué lo hice.” Inspiré, algo que no necesitaba. “Después de que me dijeras lo que sentías, en el zoo… hizo… hizo pedazos mi autocontrol. Sabía que no podía estar cerca de ti, porque sabía que si te tocaba, no podría parar.”

Alex se incorporó y me miró. Aquellos hermosos labios se abrieron. No habló, y fue algo bueno que no lo hiciera, porque esa boca me atraía. Mi mano se curvó entorno a la base de su cuello y tiré de ella hacia abajo antes de poder pensarlo dos veces.

La besé, apenas rozando mis labios sobre los de ella, pero cada músculo de mi cuerpo se tensó. Su respuesta fue inmediata, siguiendo mi guía con entusiasmo. Un profundo sonido se alzó dentro de mí y su respiración se hizo más rápida.

Había muchas cosas que quería decirle antes de esto y sabía que llegaría esto.

Tal vez siempre supe que pasaría.

La aparté antes de perder totalmente el control, y apoyé mi frente sobre la suya.

“No puedo seguir fingiendo que no quiero esto – que no te deseo. No puedo. No después de lo que te ha pasado. Pensé… pensé que te había perdido, Alex, para siempre. Y que había perdido todo. Tú eres MI mundo.”

Muchas emociones llamearon en sus ojos y en su rostro. “Esto… esto es lo que has estado tratando de decirme.”

“Es lo que siempre he querido decirte, Alex.” Y sería la cosa más cierta que diría jamás. Me senté, y la llevé conmigo. “Siempre he querido esto contigo.”

Sus manos se deslizaron por mis mejillas, sus ojos reflejando el mismo deseo que rugía dentro de mí.
“Siempre te he querido.” Dijo ella.

Sus palabras acabaron conmigo.

Enterrando la mano en su cabello, la volví a besar. “Esta no era mi intención… al venir aquí.”

“Lo sé.” Sus labios rozaron los míos. “Lo sé.”

Cerré la distancia que nos separaba, embebiéndome en ella mientras me tumbaba.

Con el corazón latiendo con fuerza, deslicé mis dedos sobre su rostro y hacia abajo, maravillándome del hecho de estar tocándola. De que podía hacerlo. Sus manos fueron a mi camiseta, y levanté los brazos para que ella pudiera sacarla por mi cabeza. Entonces sus manos se apoyaron sobre mi estómago, sus labios siguiendo el mismo camino, dejando pequeños y dulces besos hasta que no pude aguantarlo más.

“Alex” la cogí de los brazos, encerrándola en los míos.

Tan impaciente como siempre, se escapó de mi alcance y levantó los brazos. Como si pudiera negarle algo que quisiera. Le quité la camiseta y entonces cambié de postura, tumbándola a ella sobre la cama.

Dioses, hermosa no era una palabra suficiente para describirla.

Le di un beso en la garganta y otro en el hombro, su piel era cálida bajo mi boca. Fijé cada cicatriz en mi memoria, homenajeando cada una, pero cuando llegué a la más reciente – la que dejó la daga de Linard – me estremecí ante el recuerdo.

Sus dedos tiraron de mi cabello, urgiéndome a seguir adelante. Mis labios se aprendieron cada curva, cada valle y cada centímetro de suavidad. Ella susurró mi nombre una y otra vez, y el modo en que pronunciaba mi nombre con sus labios casi me lleva al borde del abismo. Su cuerpo se movía de un modo impaciente y exquisito que me estaba haciendo pedazos por dentro.

Lo que quedaba de nuestra ropa desapareció con rapidez y la sensación de su cuerpo contra el mío me atravesó el alma. Nuestros besos se volvieron más profundos. Sus labios se abrieron, dejándome entrar mientras su cuerpo chocaba contra el mío.

Sentía como si no me mereciera aquello, como si no mereciera el privilegio de tocar su piel con mi boca o nada de esto y de lo que estaba a punto de pasar, pero cuando ella enlazó su pierna con la mía, acercándonos más, hizo que doliera por ella.

Alcé la cabeza, mirando a esos hermosos ojos. “¿Estás segura?”

“Sí” respiró “Nunca he estado más segura.”

Mi mano tembló sobre su rostro. “¿Has tenido…?”

Cuando ella asintió, supe que había recibido la inyección para el control de natalidad que ordenaba el Consejo. Aunque no estaba seguro de que aquello nos hubiera detenido en caso de que no lo hubiera hecho.

Creo que ni un ejército de dioses nos habría podido detener llegados a este punto.

Un suave sonrojo bajó por su garganta hasta la curva de su pecho. Mi mirada bajó más, embebiéndose de ella. Conociendo a Alex, estaba muy insegura de sus cicatrices, pero eran parte de ella y la hacían más hermosa para mí. Era valiente, fuerte, y lo era todo para mí. Un leve estremecimiento la recorrió, y miré hacia arriba. El deseo y la ansiedad cruzaban su expresión. Todo lo que quería es que me sintiera  - que nos sintiera.

De alguna manera que escapaba a mi entendimiento, eché el freno. La besé con suavidad, trazando cada roce y sonido hasta que su nerviosismo se tornó el algo sofocante.

Me abrazó, encajando cada parte de su cuerpo con el mío. Nuestros besos se hicieron más demandantes mientras deslizaba mi mano hacia las hondonadas de su cuerpo. Seguí el camino, mordisqueando su piel. Paré lo justo para echarle una mirada.

Alex me observaba, sus ojos nublados por el deseo y sus labios enrojecidos e hinchados. Asintió, y mi corazón latió con fuerza. Su sabor trepó dentro de mí, donde permaneció, y el sonido de sus gemidos era un coro que nunca me cansaría de escuchar.

Cuando volví a sus labios, mi cuerpo temblaba tanto que parecía palpitar. “Te quiero. Te quiero desde Atlanta. Siempre te querré.”

Ella jadeó, sus ojos brillaban. “Te quiero.”

Apoyando el peso sobre mis antebrazos, le mostré de todas las maneras que pude que lo que sentía por ella era algo tangible, que nunca envejecería, se marchitaría o desaparecería. Este beso era febril, urgente “Θα σ' αγαπώ για πάντα”

Siempre te querré.

Y siempre lo haría.

Ayyy el amor que siento por Aiden no tiene medida...
♥♥♥

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